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2018/09/04

Carta del río Arga


Kaixo vecinas y vecinos.
Soy el rio Arga y os escribo para confesaros por qué derribé la presa de Santa Engracia y por qué no me parece  que el ayuntamiento de esta gloriosa ciudad la pretenda reconstruir.
Os recordaré que yo ya discurría por estos lugares millones de años antes de que llegarais los humanos con esas ganas de dominar el mundo. Me caísteis bien y la convivencia fue bastante buena durante siglos, siempre me ha gustado sentir a la chavalería bañándose en mis pozas, escuchar las conversaciones de las lavanderas y sentir la adrenalina de los pescadores. Dentro de lo que cabe, me respetabais y yo podía  seguir siendo río.



Las cosas se fueron poniendo muy feas durante la segunda mitad de vuestro siglo XX, me convertisteis en una cloaca, os empeñasteis en dragar y estrechar mi cauce. Lo que casi me remata fue la construcción de las presas de Sarría que me arrebataron los rápidos donde yo empezaba a respirar.  Y lo que es peor, me disteis la espalda, os fuisteis a bañar a las piscinas y nadie venía a visitarme a las orillas.  Menos mal que hago mis terapias y me desbordo saltando por encima de los diques para recordaros que el terreno inundado también  es de un río que sigue vivo. Os confieso que esto de desbordarse me produce  una gran alegría, algo parecido a lo que sentís cuando os desbordáis en los Sanfermines, que bien que os oigo.



Afortunadamente, hasta en los peores momentos he mantenido amistades, como la gente de Gares e Iruña que constituyeron Arga bizirik a finales de los 70 y organizaron las bajadas de barcas por mis infectas aguas para denunciar las agresiones a las que me veía sometido. Hoy mis amigos y amigas ya son cuadrilla. 



Por ellos me enteré de que en el año 2.000 se aprobó la Directiva Marco del Agua. Al parecer no era yo el único rio maltratado, había toda una epidemia europea de ríos enfermos. Desde aquel momento hay leyes que nos defienden, aunque no siempre se cumplan y siga habiendo gente que quiere seguir dragándonos y extrayendo  todavía más agua.  Pero la situación ha mejorado sensiblemente: depuráis parcialmente vuestra mierda antes de verterla en mi cauce, me habéis vuelto a mirar desde  el paseo del Arga, me navegáis con barcas y piraguas y hasta la chavalería viene a bañarse con sus gritos de alegría. Ya no me siento tan indefenso.



También me contaron  que en otros ríos habían comenzado a derribar presas que estaban en desuso, como muchas de las que soporto. Fue muy  buena noticia, porque las presas son un sin vivir, los ríos llevamos agua, pero también arrastramos piedras, nos gustan los rápidos donde nos oxigenamos y no queremos que nuestros peces tengan barreras.  Para que os hagáis una idea, una presa es  como una embolia en vuestras  arterias.



Estuve con la ilusión de que me quitaran alguna presa, pero ni por esas. Así que este invierno pasado, me tomé la justicia por mi mano y abrí un boquete en la presa de Santa Engracia, con el convencimiento de que estaba ahorrando recursos al erario público, ya que tarde o temprano  tendrían que eliminarla. Por eso estoy muy sorprendido de que el ayuntamiento de Iruña, lejos de reconocer mi labor,  quiera levantarla de nuevo, dicen que provisionalmente,  pero me temo eso de “provisional para siempre”.  Lo hacen a petición del club de remo, pero al parecer no han tenido en cuenta la opinión de los amigos de los ríos.



No quiero terminar sin dedicar  unas palabras a  los remeros. Tengo que confesaros que el deslizamiento de vuestros remos es una mezcla de caricias y cosquillas que hacen estremecer mi sensualidad fluvial. Pero Santa Engracia no es el único lugar para cortejarnos, quedan todavía muchas presas en la Cuenca de Pamplona con buenas láminas de agua y si necesitáis espacios más amplios os ofrezco Belaskoain en la cola de las presas de Sarría. Y fuera del río tenéis  también las balsas de la Morea y de Zolina. 



Sin más me despido, esperando el invierno, a ver si abro otro boquete en la presa de San Pedro. Recibid un gran fluvioabrazo de vuestro río, que os quiere, 
el ARGA.


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